jueves, 20 de abril de 2017
Experimentos científicos
Galileo Galilei
Aristóteles había establecido que cuanto más pesado era un cuerpo, más rápidamente caía. Esa afirmación parecía razonable. ¿Por qué un cuerpo más pesado no caía con más rapidez? Está claro que la Tierra lo atrae con más fuerza; de otro modo no sería más pesado. Y si uno ve caer una pluma, una hoja o una piedra, al punto se percata de que la piedra cae con más rapidez que la hoja y ésta con más que la pluma.
El
problema radica en que los objetos ligeros son frenados por la
resistencia del aire; no deben, por tanto, considerarse sólo
relativamente pesados. Si se observa la caída de dos piedras, una que
pese medio kilo y otra que pese cinco, la resistencia del aire es
insignificante en ambos casos. ¿Cómo percatarse entonces de que la
piedra de cinco kilos cae, pese a todo, más aprisa que la de medio kilo?
Se
cree que en 1586 Simon Stevin dejó caer dos piedras a la
vez, una considerablemente más pesada que la otra, y demostró que ambas
golpeaban el suelo al mismo tiempo. Relatos posteriores pretenden que
fue Galileo quien realizó esta demostración, dejando caer
simultáneamente diversos pesos desde la Torre inclinada de Pisa. Una y
otra historia pueden ser o no ciertas.
Por
esta razón, se creía que los planetas, en su eterno movimiento en torno
a la Tierra, debían ser continuamente impulsados por ángeles.
Las
observaciones de Galileo demostraron que no era necesario ese empuje
continuo para mantener un objeto en movimiento, si se suprimía la
fricción. Si la gravedad ejerciera un empuje constante, por ejemplo, un
objeto se movería a una velocidad constantemente creciente. En
consecuencia, no eran necesarios los ángeles para que los planetas
siguieran moviéndose.
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